La botella Nº 158: “La peculiar sabiduría de los días vividos”

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No nos hemos visto desde hace mucho tiempo. La primavera y el otoño, como dice un antiguo proverbio japonés, no esperan a ninguna persona. Entiendo que los años borran sin piedad mucho: los detalles, los colores, los sonidos…

Los eventos se olvidan, la memoria se desvanece, lo que percibimos como brillante y único a duras penas se queda en unos polvorientos recuerdos. Y cada alusión tiene su signo, su melodía y su sentido. Aunque los sentimientos siempre son tan especiales que dan vida a nuestras reminiscencias.

A menudo ocurre que, en el horizonte infinito del nuestro subconsciente, los recuerdos se mezclan, superponiéndose a los ensayos experimentados. Los colores del presente oscurecen el recuerdo de las experiencias pasadas, las imágenes se funden con el amargo dolor de pertenecer para siempre solo al pasado…

Pero también sucede que el recuerdo de una determinada vivencia permanece en la memoria como un imán, una imagen siempre viva. Y tú eres un caso así para mí. Es imposible olvidar muchas cosas que hemos vivido juntos. Y ahora, mirando al pasado, recordando algunos detalles, comprendo más claramente que estos no fueron unos eventos aleatorios. Cada vez que miro tus fotos, comprendo que esto no es solo una etapa de nuestras vidas. Después de todo, estos son los sentimientos que no pueden ser erradicados de la conciencia. El destino vivido gira alrededor de las caras que permanecen fuera del circuito de la madurez degradada y desgastada por los años. Tal vez esta es la peculiar sabiduría de los días vividos.

Espero que, a pesar de la complejidad de las relaciones humanas, la felicidad te acompaña. Esto es lo esencial. Todo lo demás es irrelevante.

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